Montó a
“Cometa” el fino caballo trotón y se largó a Santiago de Chile no sin antes
revolcar su poncho gaucho. De ahí en más el mozo Jorge Molina Salas fue en
busca de una meta. Había salido de Buenos Aires hacia Santiago de Chile por la
Ruta Sanmartiniana y pretendía además regresar.
Y regresó
concretando una hazaña que para muchos resultó insólita. Fueron 3000 kilómetros
de a caballo cubiertos en 60 días. El episodio ocurrió hace 23 años y en su
momento generó los más cálidos comentarios. Después sobrevino el largo
paréntesis, hasta que Molina Salas, con 23 años más, quiso repetir la proeza,
esta vez con el padrillo “Sureño”, alazán de cuatro años entrenado debidamente
para la exigente prueba.
Molina
Salas –un firme exponente de este país “hecho a caballo”- se propuso cubrir los
3000 kilómetros, bajando la marca de los 60 días. Y lo cumplió en 59 jornadas.
¿Por qué
este esfuerzo de Molina Salas? Para muchos podría significar un raid sin
sentido teniendo en cuenta que vivimos la época de la velocidad supersónica.
Sin embargo el caballo en nuestro país sigue aportando mucho al hombre de campo
y la prueba se encargó de demostrarle una vez más, a manos de un jinete que
siente verdadera pasión por todo cuanto tiene relación con la actividad hípica.
EL RAID
Jorge
Molina Salas partió el 30 de diciembre pasado desde el monolito que indica el
Kilómetro Cero de Plaza Congreso. Aquel día saludó cordialmente a todos y luego
de enhorquetarse en “Sureño” –un precioso alazán tostado- a la voz de “¡Vamos!”
se encaminó hacia los Andes eternos rumbo a Chile siguiendo la Ruta
Sanmartiniana.
Luego de 27
jornadas llegó a Santiago y después encaró el regreso luchando con la soledad y
superando problemas muy serios. Finalmente el martes 27 de febrero cuando la ciudad
descansaba de la víspera carnestolenda Jorge Molina Salas escoltado por veinte
hombres del Escuadrón Azul de la Policía Federal al mando de un oficial y con
sus lanzas en posición de “afiance” hizo su entrada en Buenos Aires. Vestía
bombachas corraleras, camisa “pintona”, ancho chambergo con barbijo, tirador de
cuero de carpincho y alpargatas. Estaba totalmente quemado por el sol y el
viento y retribuía saludos a diestra y siniestra. Siempre con su sonrisa ancha
y cordial.
Cuando
llegó al Kilómetro Cero, Alín Gómez, el cantor uruguayo, lo recibió con zambas
y milongas donde se hace la apología del hombre y del caballo de nuestra
tierra. Poco más tarde por el centro de la ciudad y seguido por el Escuadrón
Azul, muchos automovilistas y público, se dirigió a la Plaza San Martín para
rendir homenaje al Libertador. Después continuó hasta el Club Hípico Argentino,
cuyas autoridades lo agasajaron.
Jorge
Molina Salas, entrevistado por “Así”, resumió su viaje manifestando: “Tuve
algunas dificultades. La gente es tan buena que en algunos lugares no podía
avanzar con el ritmo previsto por exceso de atenciones. En Chile me recibieron
con extraordinario entusiasmo y con vítores a nuestro país. Solamente un
ciudadano habló de problemas de límites.
Tuve tiempo
malo. En algunas oportunidades soporté temperaturas de hasta 45 grados. En San
Luis me desmayé por el calor, pero “Sureño” siguió hasta la sombra acogedora de
un ombú y allí me salvé. El caballo se portó bien, no obstante lastimarse en sus
remos por saltar una alambrada y sufrir unos cólicos muy molestos. Quise hacer
este raid para demostrar las condiciones excepcionales del caballo. Para
conocer la patria y pueblos hermanos y para decirle a la juventud que uno debe
valerse por sí mismo, abandonando comodidades y librándose a sus propios
recursos naturales”.